lunes, 24 de octubre de 2011

Colombia, una patria que marcha, que sufre y canta



El Rey

Comandante del huracán es él,

el rey triunfante,

destructor de pueblos,

comprador de almas, carcajadas y miradas.

El botín de la guerra reparte,

guerra de poder,

de pasta blanca,

de polvo de muerte,

de mortíferas esmeraldas...

Al que tiene más le dan más,

al que no tiene, no se le da nada jamás.

Guerra que nos divide en clases,

en odios viscerales,

y aberraciones criminales.

Guerra en la que el pueblo se masacra,

mientras el rey campante dirige la tropa

altamente custodiado en el cuartel de muerte que es su casa.



Las cartas

En la mesa la apuesta: 
la carta está dispuesta.
 
¿No hay gente honesta?

Hombres necios, se creen dueños del mundo,
claman un no rotundo,
a la paz y a la patria.

Se juegan la libertad y la vida. 


Llora mi gente

Lloran a su hijo Amelia y Clemente.
Llora María a su esposo valiente.
Llora Teresa por el embrión que lleva en su vientre, 
hijo que nace para entregarse al festín de la muerte.



Rejas

Tras las rejas contemplo el horizonte,

en la lontananza un hombre sin esperanza,

baleado, apunta su lamento al viento.

Tras las rejas contemplo la sangre correr por los cerros,

ríos de sangre, llevan los cuerpos al mar,

tras la carroña ladran los perros.

Tras rejas de impotencia contemplo,

la patria suicida recorre con demencia el tiempo,

hombres hermanos destrozan su cuerpo.




Silencio



Mar estéril, 
olas que en su arrebato erosionan cada cosa a su paso,
llegan preñadas de enojo a parir su ira en tierra de inocentes,
derrumban y envenenan cada cosa con su lazo, en busaca del oro blanco van.

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